jueves, 3 de julio de 2008

APETITOSO FESTEJO

En una bella ciudad colonial el noble Don Guillermo regresa triunfante tras conquistar lejanas tierras. Se organiza un festejo en la vieja taberna para celebrar en grande. Los parroquianos los observan curiosos mientras toman unos tragos al fondo del lugar. Los nobles se sientan de un lado del tablón que sirve de mesa. Todos elegantemente vestidos. Eufórico Don G. grita ¡Quien quiera sentarse con nosotros sea bienvenido, ¡Vino y comida gratis para todos!

Se abalanzan del otro lado del tablón los parroquianos; artesanos unos, campesinos otros. Entre ellos sobresale una mujer cortesana con el pelo negro largo ensortijado, al correr para ocupar un lugar en esa mesa su busto rebota al sentarse. Y desde ese momento Don G no le logra quitar los ojos de encima. Quedan sentados frente a frente. Ella viste una blusa escotada en forma de cuadro, que apenas esconde su generoso busto, una falda larga amarrada a la cintura..
Llegan las viandas y todos se precipitan sobre ellas. Ella se apresura y le arranca una pierna al pavo y cuando va a encajarle el diente. Siente como si algo atravesara su blusa y llegara hasta su busto. Es la mirada de Don G. le sonríe maliciosamente y sin dejar de mirarlo en lugar de morder, lame la pierna de pavo...
El hombre se estremece, ella lo sabe y posa sus labios en la carne la muerde lentamente, la saborea de tal forma que él lo llega a disfrutar. Se pone tan nervioso que torpemente tira su copa y al agacharse a recogerla la mujer poco a poco sube su falda más y más y más. De manera que él puede ver sus bien torneadas piernas a placer.
El se incorpora turbado, toma su pieza de pavo, entonces sucede algo. Pareciera que con cada mordida que dan a la carne la dieran a la boca del otro. Solo ellos están conectados y el hombre comienza a sentir como su cuerpo responde, hasta tiene que taparse con su capa.
Ella toma una copa y bebe a grandes tragos de tal suerte que hilos de vino resbalan por la comisura de su boca hacia su pecho. El hombre no pierde de vista cada gota de vino… quisiera convertirse en ellas para recorrer su piel.
Cuando finalmente ella sólo saborea poco a poco el hueso del pavo. Él siente
que ya no puede más…
Ella se ríe de buena gana, da las gracias se limpia la boca con la manga de la blusa, toma un ramo de uvas, y con una gran sonrisa se aleja, coloca uvas en su carnosa boca sin perderlo de vista, provocándolo. Mientras se dirige a la entrada del lugar. El la sigue. Ella se encamina hacia el pozo y sacar agua para beber… y al hacerlo moja su blusa de tal modo que su pecho no deja mucho a la imaginación. Y cuando se agacha a dejar la cubeta lo siente a sus espaldas pegado a su falda la toma con toda la fuerza de la que es capaz su cuerpo. Ella se estremece se incorpora lentamente, lo abraza, frotan sus cuerpos como en un erótico baile…
El recorre su breve cintura y le planta un beso en la boca tan apasionado que ella casi no puede respirar. Sus bocas se buscan con tanta ansiedad que pareciera que tienen hambre uno del otro, Así devorándose se dirigen hacia el granero. Una vez dentro tan solo se arrancan las prendas. Comienza un baile donde van reconociendo cada centímetro de sus cuerpos como si una fuerza extraña los obligara a no detenerse hasta que caen sobre la paja y ruedan.

El comienza a besarla en los ojos, la nariz, el cuello, al llegar a su oreja y le murmura palabras que encienden sus sentidos, la emocionan. Mientras sus manos recorren cada rincón de su cuerpo. De repente comienza a besarle las piernas suavemente. Pareciera que se las come de a poco. Y comienza a degustar a la mujer como si fuera la pieza del pavo que tan bien le supo. La mira, recorre, saborea, mordisquea. Mientras ella toca, araña, aprieta todo lo que puede.
Su loco devaneo los llena de pasión hasta que ella no puede más y lanza un gemido, un gran grito de placer y explota sacando la miel de su cuerpo. Mientras que sus experimentadas manos no dejan de tocar, apretar, hasta rasguñar suavemente, esa tenue capa de vellos claros que cubren su cuerpo, es como si tocara terciopelo. Lo mira tan alto, blanco, fuerte, que frente a sus ojos se convirtió en un ser divino, que la hizo estremecer al escuchar el grito que brotó de sus entrañas, mientras su cara mirando hacia lo alto temblaba de placer. Por fin cayó extasiado a su lado.
¡Que maneras tienen algunos para comer!
Adri

2 comentarios:

Ruy Alfonso Franco dijo...

La comida y los cuerpos siempre han sido una socorrida referencia en la mejor literatura erótica, y tú aquí Adri nos demuestras cuanta razón se tiene...

Placentero: pechugas y piernas, jejejeje.

adrichabat dijo...

jajaja. Si algo recordaba de varias películas como las de Bertoluci, Sólo quize jugar con la imaginación.