martes, 20 de mayo de 2008

FIESTA DE DISCOTHEQUE













En 1979 asistir a una fiesta disco era lo mejor que te podía pasar. Carol y Pilar estaban felices dentro de esa fastuosa residencia que tenía hasta su propia discotheque privada tan bien equipada: esfera de espejos, pista de baile iluminada con luces de colores, hasta cámara de humo, no faltaba ningún detalle.








Dos mujeres jóvenes de una colonia de clase media, una secretaria y otra auxiliar de contador. Una 19 años, segura de sí misma y con experiencia en la vida, era la impresión que daba, morena clara, alta, de busto generoso, diminuta cintura, cadera alta, pero eran las piernas firmes y bien formadas, lo que mas llamaba la atención de los hombres, logradas a base de muchas horas de baile, ballet, jazz, disco. Una mujer con demasiadas curvas para pasar desapercibida aunque estuviese muy cubierta. La otra delgada pero bien formada, morena, de facciones un poco toscas, 21 años, con una sonrisa angelical, quizás reflejando su forma de ver la vida bastante reservada, “la monja” le decían de cariño. Diferentes pero con algo en común les gustaba bailar.
Mientras se iba a sentar Carol sintió una mirada a lo lejos, era de Alfredo, parecía extranjero, moreno, con un buen traje sin corbata muy a la moda, barba cerrada bien cuidada, pelo cejas y pestañas pobladas negras y una hipnótica mirada. Se acercó al igual que otro joven rubio y curiosamente la invitaron a bailar al mismo tiempo, Carol sonrió, bailó con Alfredo primero y la siguiente pieza lo hizo con el rubio: Roberto; vecino y amigo de la casa, quien resultó mejor bailarín.
Ojos verdes, sus biscepts casi rompían la camisa de buen corte. Así que bailaron a sus anchas pero su mirada se topaba a cada rato con los ojos de Alfredo, Carol por momentos dejaba ver un poco mas de su pierna por la apertura lateral de su vestido. Solo tomó tres copas en toda la noche, como tenia sed pidió refrescos. Pilar, vestida de traje sastre, mas sobria y de tímida presencia, también bailó pero comenzó a tomar y tomar y tomar. Pasó el tiempo, Carol fue al baño, Pero al entrar de nuevo a la disco notó que en una pared se podía ver una película, mas las imágenes no eran aptas para todo público. Al notar su desconcierto Alfredo le confesó: Alfredo: ---Mira la verdad es que solo queremos divertirnos, le pedimos a un amigo que invitara chicas de onda pero sólo llegaron ustedes, y aquellas señoras. Pero somos adultos tranquilos, o qué, ¿me vas a decir que nunca habías visto una película porno? ---Y ella pensó confesarle que nunca lo había hecho. pero primero buscó la mirada de apoyo de su amiga “la monja” y la descubrió totalmente tomada y en gran faje con tres tipos. Así que respiró fuerte y con todo el aplomo que pudo contestó:Carol: ---Ah eso, sí, claro, pero a mí me invitaron a bailar. El sábado pasado conocí a tu amigo en una disco totalmente abarrotada, bailando se me acercó y me dio la dirección, me dijo: "te prometo que allá sí tendras pista para que te luzcas bailando a tus anchas".Alfredo: ---¿Pero entonces ustedes, solo vinieron a bailar?Carol: ---¿Y a qué más podría venir? Mira la verdad si ya no bailo ya no me divierto, así que ya nos vamos… ---Solo que Pilar “la monja” traía las llaves del auto, pero ya no estaba en condiciones de manejar. Carol no sabia, ni traía suficiente dinero para pagar un taxi y después de muchos gritos, jaloneos, ya casi en la puerta las descubrieron y no permitieron que se fueran.Pusieron mas música hasta apagaron el cinito. Carol se bailaba a uno y a otro a ritmo de Donna Summer, Bee Gees, Gloria Gaynor, K.C. & the Sunshine Band... era su manera de controlar los nervios. Pilar sólo sonreía, y algo balbuceaba, cuando ya ni bailar pudo. era su liberación, ya nada le importaba. Sólo se puso de pie repentinamente alzó los brazos y grito, todos voltearon a verla cuando se comenzó a quitar el bra. Alfredo aprovecho la distracción para jalar a Carol y lograron salir a la calle. Roberto ya los esperaba en su auto grande y negro.Alfredo: ---Mira, te llevaremos los dos a tu casa para que no desconfíes y luego regresamos por tu amiga ---era de madrugada y no había probado bocado en todo el día.Alfredo: ---Como que hace hambre, ¿no se te antoja un sándwich? ---sintiendo como le gruñían las tripas Carol asintió. Los dos hombres se miraron a los ojos y dijeron ¡va!Roberto bajó del carro y el otro abrió un botón de su Gran Marquis negro del año y ya no lo vio mas.Carol: ---¿Qué pasa?Alfredo: ---Tú no te preocupes, todo déjamelo a mi ---se metió a un estacionamiento y pagó antes, lo que se le hizo un poco raro a Carol, pero más que se abrió una cochera automáticamente y cuando entro el carro se cerró, era como de película. Se quedó observando todo e ingenuamente preguntó:Carol: ---Oye ¿y el sándwich?Alfredo: ---Ahora va princesa ---tocó un botón y apareció Roberto, quien después comprendió Carol que éste estaba en la cajuela, al subir las escaleras supo de pronto que estaban en un hotel o algo así y corrió al baño, y ahora qué iba a hace. Otra vez se quiso hacer la mujer de mundo y según ella se calmó, recordó todo lo que había leído al respecto, desde Romeo y Julieta, El amante de lady Chaterly, Cumbres Borrascosas, hasta Irwin Wallace o Xaviera Hollander. Respiró hondo y salió, pero al ver a uno de ellos ya semidesnudo, sintió cómo se le subía la sangre a la cara y las oreja, se cohibió. Así que se volvió a meter al baño temblando de miedo. Alfredo fue por ella, la tranquilizó y poco a poco fue metiendo a Carol en situación con muchas palabras dulces, besos y mucho tacto logró que se sintiera mas tranquila, fue bastante tierno.De pronto algo pasó, parecía que los tres se metieron en una pantalla y comenzaron a rodar su propia película, a descubrirse, a explorarse, y simplemente se dejaron ir.

Carol descubrió esa noche la belleza que un hombre desnudo posee: Alfredo moreno, con unos labios como dibujados por un pincel y unos hermosos ojos árabes que no podía dejar de mirar, velludo, delgado pero muy fuerte, sobretodo sus brazos, y con una sonrisa cínica que iluminaba todo el cuarto. Roberto, rubio natural, alto, ojos verdes, labios que gritaban “quiero besos”, musculoso. Totalmente distintos pero hermosos los dos. Así comenzó una especie de baile erótico; bocas que querían probar, besar, mordisquear todo lo que encontraban a su paso, con demasiadas ganas de gritar, miradas llenas de deseo, ropa que volaba, manos que parecían multiplicarse…y sensaciones totalmente nuevas e inesperadas para ella. Toda una clase de anatomía. Todo bien hasta que ellos notaron que algo no checaba y entonces se dieron cuenta… Carol era virgen.
¿Significa que aquella noche que se volvió a encontrar con el primer gran amor de su vida en una fiesta a las afueras de la ciudad, cuando regresaban en el carro, en medio de tantas caricias y besos que subieron tanto la temperatura hasta empañar los vidrios, cuando agarró su mano y la bajó obligándola a tocar “eso” que tenia en medio de sus piernas, esos apasionados besos y todo aquel jugueteó ¿no bastó para perder su virtud? Nunca entendió porqué en medio de su borrachera él le dijo “con un cuerpo tan voluptuoso y pareciera que no sabes nada, ¿qué pasa contigo?” antes de quedarse dormido en el carro en plena carretera.
A partir de esa noche que no llegó a dormir, su mamá la comenzó a tratar como la peor de las mujeres pues ya no valía nada ante sus ojos. Por eso necesitaba bailar, olvidarse,evadirse de la realidad.
Gemidos, gritos, ruidos extraños, risas. No supo cuántas posiciones lograron pero fue como graduarse en el Kamasutra con honores. Vaya extraña manera de perder la virginidad. No hubo queja alguna pero sí un problema… ¿quién lograría que olvidara esa su primera vez?

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